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Diario del Open: Así es la labor de un caddie bajo una cortina de agua y vientos de 60 km/h

Qué jugador amateur no se ha comido algún día una jornada de golf de esas en las que se pregunta qué demonios está haciendo allí.

Qué jugador amateur no se ha comido algún día una jornada de golf de esas en las que se pregunta qué demonios está haciendo allí. Sí, ya saben, esos días de lluvia y viento en los que uno sale muy bien pertrechado, dispuesto, con todo su equipo de agua al completo, concienciado de que va a sufrir pero animado, y al segundo hoyo ya no sabe qué hacer, la toalla está calada, el paraguas hecho mixto y directamente ha decidido jugar sin guante porque ha quedado inservible. Pues bien, traten de trasladarse a aquel día con la imaginación y ahora piensen en unas condiciones cien veces peor… Exactamente eso es lo que han sufrido hoy los jugadores y caddies en la última ronda del Open Championship en Royal Portrush. Dejamos a un lado los resultados y las fatigas de los golfistas durante este día de perros en Irlanda del Norte, que han sido muchas, y nos adentrarnos en una labor que no siempre es visible para el gran público y que en jornadas como hoy es impagable. Hablamos de los caddies… Es en días como éstos donde un buen lugarteniente puede restar dos, tres, cuatro y hasta cinco golpes en la tarjeta. Su labor es fundamental. Básicamente, consiste en que el jugador esté lo más seco posible, sabiendo de antemano que es imposible conseguirlo del todo. Mucho más cuando llueve a cántaros y el viento sopla con rachas que alcanzan los 60 kilómetros por hora. Es decir, llueve en horizontal. Jon Rahm, por ejemplo, ha vivido una epopeya en seis hoyos, entre el 6 y el 11. En este último, la sensación en el tee era la de tener a un tipo delante que te está regando con la manguera. Hablamos al final de la vuelta con Adam Hayes, el caddie norteamericano de Rahm, y nos cuenta el parte de guerra. “Ha sido un día muy difícil. Probablemente uno de los más complicados de mi carrera. No recuerdo muchos días más duros que éste”, asegura resoplando. ¿Cómo se prepara un jugador de élite para unas condiciones así? Pues Jon ha utilizado nada menos que seis toallas diferentes, una en cada hoyo en los momentos más difíciles, y seis guantes, también uno por hoyo entre el 6 y el 11. El momento más difícil del día llegó en el tee del 11. El aguacero era impresionante, una cortina de agua, y el viento superaba los 60 kilómetros por hora. Jon hizo un cinco a este par 4… y gracias. Nadie dudaba en ese momento que en realidad se estaba jugando como un par 5. Adam terminó su trabajo y salió disparado a los vestuarios. Necesitaba una ducha caliente tras una jornada laboral que tardará mucho tiempo en olvidar. Es el British Open en estado puro. Porque ya saben, por estos lares se juega al golf… aunque salga el sol.
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